En 1986, en España, cuando se me propuso entrar en este mundo del vuelo en Extinción de Incendios Forestales, este tipo de misiones eran realizadas prácticamente en su totalidad por aeronaves militares tripuladas por el ejército del aire. El primer árbol que vi ardiendo, lo hice subido en un Grumman Biplano para intentar apagarlo. Aprendimos sin más referencias que las que aporta el propio trabajo y los consejos de grandes y humildes aviadores. Durante las primeras etapas, perdimos a buenos amigos y sin duda grandes pilotos en esta especialidad.
Aprendimos que no solo era necesario un perfecto conocimiento de nuestra aeronave y técnicas de vuelo. Entender como respira y alimenta un Incendios Forestal, sus debilidades, para hacerle el máximo daño y cómo nos afecta el Factor Humano en nuestras decisiones eran asignaturas tan importantes como las técnicas de vuelo. Debemos tener en cuenta que es un vuelo de combate y como tal, tiene otros ingredientes que afectan al vuelo. La rapidez con la que en ocasiones tienes que cambiar o tomar decisiones. La tensión que normalmente envuelve este trabajo que siempre es de emergencia pero que no debes permitir que te afecte. La alimentación, que si es desordenada por la situación, sin duda terminará afectando a nuestras condiciones de vuelo y mucha otras situaciones que deberás aprender a controlar como puede ser la vida en la base con un equipo de personas sometidas a cambios muy bruscos entre la tensión que implica este trabajo a todos esos largos días de espera donde el tiempo usa pasitos cortos, la música, tertulias y hasta el dominó se transforman en herramientas de trabajo y la convivencia en un arte. Solamente el perfecto conocimiento de la máquina con la que operemos y sobre el tipo de trabajo que realizamos con ella, nos dará la tranquilidad que nos permite la plena utilización de nuestros 5 sentidos. El exceso de tensión nos los atrofia y este es un vuelo de sensaciones, y nuestros mejores instrumentos los sentidos.
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